Continuando con el segmento Ecos, el cual pretende rescatar distintas figuras artísticas relegadas u olvidadas por el canon actual, rescatamos la figura del cineasta y revolucionario argentino Raymundo Gleyzer.
Raymundo Gleyzer, un imprescindible
por Vera Quiroga*
A
sus ojos claros siempre les incomodaron las injusticias de este mundo y por eso
nunca eligió cerrarlos. Raymundo fue un militante comprometido profundamente
con la causa del pueblo. No pretendemos enaltecer su figura como inalcanzable, él
como muchos otros luchó por cambiar esta sociedad desde lo que tenía a su
alcance, en este caso: una cámara y su sed de transformación. Esto no lo hace inalcanzable
pero sí, como nos recuerda Bertold Bretch, imprescindible[1].
Raymundo Gleyzer, no solo un nombre.

Cine como militancia y la cámara
como un arma de contrainformación.
“Cuando sostenemos la posición de que el cine es un
arma, muchos compañeros nos responden que la cámara no es un fusil, que esto es
una confusión, etc. Ahora bien, está claro para nosotros que el cine es un arma
de contrainformación, no un arma de tipo militar.”[2] En
estas palabras pueden encontrarse una de las claves para empezar a comprender
su praxis. El trabajo de su arte y de su cámara estaban con el pueblo. Las
discusiones estéticas e intelectuales le importaban, pero siempre focalizadas y
proyectadas hacia un proyecto político concreto. El cine debía ser apropiado
por los sectores populares, apropiado en el momento de la producción, en el
momento de construcción de salas, en el momento de proyección. Pero para eso se
debía revolucionar toda una forma de pensar y hacer cine con “una cámara que no
robe imágenes sino que se instale en el núcleo interno del conflicto”. El diálogo
era con los trabajadores, y el mensaje tenia que partir de ellos y hacia ellos.
Desde su concepción estética: “Una
película, por más revolucionaria que se pretenda ya sea en su búsqueda
experimental o clásica, no tendrá el efecto buscado si queda aislada de la
gente. Por eso hay que llevarle el cine a la gente, es imprescindible”. Y
así fue que en sus películas los relatos partieron de experiencias concretas;
de narraciones en las fábricas tomadas; de historias que desenmascaraban a los
cómplices de los poderosos; de palabras a boca de pueblo que realzaban su
fuerza y predisposición por superar esta vida alienante y poco humana. Esta
revolución en las cintas cinematográficas rompía con la vocación autosuficiente
e individual que muchos artistas presentaban, corriendo el eje de importancia
hacía el como firmarlo, centrando su trabajo en la idea de construcción
colectiva. Nadie mejor que un trabajador para contar las atrocidades y
atropellos sentidos por la burocracia sindical; Nadie mejor que el pueblo para
contar sus experiencias de organización; Nadie mejor que los protagonistas para
hacer escuchar esas voces silenciadas. Reivindicamos a Raymundo desde muchos
aspectos de su vida, pero es en esta concepción de construcción colectiva que
nuestras prácticas se entrecruzan. Como Movimiento Cultural nos parece importantísimo
emprender espacios de creación colectivos donde todxs y cada uno de nosotrxs
podamos apropiarnos de nuestro trabajo y de nuestros espacios en ámbitos donde
prime la solidaridad y el compañerismo.
Fue acusado de
simplista, pero no importaba, el fruto de su trabajo era mucho más bello y motivador
que la aceptación de una elite artística. La claridad de su mensaje no
condicionaba la belleza artística de su obra. Basta con poner uno de sus cortos
y averiguarlo.
Las películas empezaron
a nacer, sus cintas reveladoras estaban ansiosas por ser proyectadas pero sus
espectadores no contaban con salas concretas donde reproducirlas. Las películas
que hacían no iban a ser reproducidas en los cines oficiales. Había que
construir salas. Este nuevo desafío se les impuso como tarea al grupo del “cine
de la base” (uno de los principales nucleamientos de cine político en el que Raymundo
participaba). Y fue así que en un mismo movimiento, los cines empezaron a ser
construidos, las películas a ser filmadas, el pueblo a organizarse y el sueño
por un mundo mejor a hacerse cada vez más real y concreto.
“Si
no existe la organización, las ideas, después del primer momento de impulso,
van perdiendo eficacia.”[3]
Retomamos al Che
por lo vigente de su frase en la vida de Raymundo Gleyzer. Desde su temprana
militancia supo que la organización de las ideas, prácticas y del arte es un
paso indispensable para lograr en la efectividad de las mismas la unión del
pueblo. Es por eso que se incorpora al PRT (Partido Revolucionario de los
Trabajadores) en la década del 70.
El trabajo
artístico realizado estaba centrado en que el pueblo tome consciencia de que
debe ser el protagonista de su propia historia y para eso era necesario acabar
con todas las dictaduras y falsas democracias que durante esa época azotaban a la Argentina y a Latinoamérica
entera. La organización era esencial para el triunfo de los pueblos. Retomando al
Che Guevara y en conjunto con otros militantes se organizaron en el grupo
insurgente “cine de la base”. En el marco de esta organización político
cultural se desarrolló gran parte de la obra de Raymundo convirtiéndose en la
referencia cinematográfica crítica del momento. Sus Films siguen siendo hoy vigentes.
Podemos tranquilamente sentarnos a mirar “los Traidores” y sentir el gusto
amargo de las actuales burócratas sindicales como Pedraza y Moyano que asesinan
y persiguen a los trabajadores siempre bajo la complicidad de las patronales.

Lo que nos deja...
* Redactora de Mamushcka
[2] En un diálogo que tuvo Raymundo Gleyzer con el
director de cine cubano Tomas Gutierrez Alea. Cuba 1970.
[3] Discurso del Che Guevara en el segundo
aniversario de la integración de las organizaciones juveniles revolucionarias,
20 de octubre de 1962.