martes, 6 de diciembre de 2011

Ecos II: Raymundo Gleyzer

Continuando con el segmento Ecos, el cual pretende rescatar distintas figuras artísticas relegadas u olvidadas por el canon actual, rescatamos la figura del cineasta y revolucionario argentino Raymundo Gleyzer.

Raymundo Gleyzer, un imprescindible
por Vera Quiroga*

A sus ojos claros siempre les incomodaron las injusticias de este mundo y por eso nunca eligió cerrarlos. Raymundo fue un militante comprometido profundamente con la causa del pueblo. No pretendemos enaltecer su figura como inalcanzable, él como muchos otros luchó por cambiar esta sociedad desde lo que tenía a su alcance, en este caso: una cámara y su sed de transformación. Esto no lo hace inalcanzable pero sí, como nos recuerda Bertold Bretch, imprescindible[1].

Raymundo Gleyzer, no solo un nombre.
Pretendemos volver a Raymundo desde la viva práctica. Su obra como cineasta es inconcebible si no enfocamos nuestras lentes en el proceso integral de cambios que se vivían en la Argentina y en el mundo entero. Por eso no sólo reivindicamos sus películas, un legado importantísimo para la clase que lucha y una herramienta que hoy en día sigue despertando esas mariposas en la panza que te enamoran con la causa de los pueblos. Lo reivindicamos también en su praxis artística, en su método, los por qué, los para quiénes y los cómos que Raymundo se fue preguntando y llevaba bien claro junto a su corazón. Desde esta perspectiva volvemos hacia él. Vivo e indomesticable.

Cine como militancia y la cámara como un arma de contrainformación.
“Cuando sostenemos la posición de que el cine es un arma, muchos compañeros nos responden que la cámara no es un fusil, que esto es una confusión, etc. Ahora bien, está claro para nosotros que el cine es un arma de contrainformación, no un arma de tipo militar.”[2] En estas palabras pueden encontrarse una de las claves para empezar a comprender su praxis. El trabajo de su arte y de su cámara estaban con el pueblo. Las discusiones estéticas e intelectuales le importaban, pero siempre focalizadas y proyectadas hacia un proyecto político concreto. El cine debía ser apropiado por los sectores populares, apropiado en el momento de la producción, en el momento de construcción de salas, en el momento de proyección. Pero para eso se debía revolucionar toda una forma de pensar y hacer cine con “una cámara que no robe imágenes sino que se instale en el núcleo interno del conflicto”. El diálogo era con los trabajadores, y el mensaje tenia que partir de ellos y hacia ellos. Desde su concepción estética: “Una película, por más revolucionaria que se pretenda ya sea en su búsqueda experimental o clásica, no tendrá el efecto buscado si queda aislada de la gente. Por eso hay que llevarle el cine a la gente, es imprescindible”. Y así fue que en sus películas los relatos partieron de experiencias concretas; de narraciones en las fábricas tomadas; de historias que desenmascaraban a los cómplices de los poderosos; de palabras a boca de pueblo que realzaban su fuerza y predisposición por superar esta vida alienante y poco humana. Esta revolución en las cintas cinematográficas rompía con la vocación autosuficiente e individual que muchos artistas presentaban, corriendo el eje de importancia hacía el como firmarlo, centrando su trabajo en la idea de construcción colectiva. Nadie mejor que un trabajador para contar las atrocidades y atropellos sentidos por la burocracia sindical; Nadie mejor que el pueblo para contar sus experiencias de organización; Nadie mejor que los protagonistas para hacer escuchar esas voces silenciadas. Reivindicamos a Raymundo desde muchos aspectos de su vida, pero es en esta concepción de construcción colectiva que nuestras prácticas se entrecruzan. Como Movimiento Cultural nos parece importantísimo emprender espacios de creación colectivos donde todxs y cada uno de nosotrxs podamos apropiarnos de nuestro trabajo y de nuestros espacios en ámbitos donde prime la solidaridad y el compañerismo.
Fue acusado de simplista, pero no importaba, el fruto de su trabajo era mucho más bello y motivador que la aceptación de una elite artística. La claridad de su mensaje no condicionaba la belleza artística de su obra. Basta con poner uno de sus cortos y averiguarlo.
Las películas empezaron a nacer, sus cintas reveladoras estaban ansiosas por ser proyectadas pero sus espectadores no contaban con salas concretas donde reproducirlas. Las películas que hacían no iban a ser reproducidas en los cines oficiales. Había que construir salas. Este nuevo desafío se les impuso como tarea al grupo del “cine de la base” (uno de los principales nucleamientos de cine político en el que Raymundo participaba). Y fue así que en un mismo movimiento, los cines empezaron a ser construidos, las películas a ser filmadas, el pueblo a organizarse y el sueño por un mundo mejor a hacerse cada vez más real y concreto.

“Si no existe la organización, las ideas, después del primer momento de impulso, van perdiendo eficacia.”[3]

Retomamos al Che por lo vigente de su frase en la vida de Raymundo Gleyzer. Desde su temprana militancia supo que la organización de las ideas, prácticas y del arte es un paso indispensable para lograr en la efectividad de las mismas la unión del pueblo. Es por eso que se incorpora al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) en la década del 70.
El trabajo artístico realizado estaba centrado en que el pueblo tome consciencia de que debe ser el protagonista de su propia historia y para eso era necesario acabar con todas las dictaduras y falsas democracias que durante esa época azotaban a la Argentina y a Latinoamérica entera. La organización era esencial para el triunfo de los pueblos. Retomando al Che Guevara y en conjunto con otros militantes se organizaron en el grupo insurgente “cine de la base”. En el marco de esta organización político cultural se desarrolló gran parte de la obra de Raymundo convirtiéndose en la referencia cinematográfica crítica del momento. Sus Films siguen siendo hoy vigentes. Podemos tranquilamente sentarnos a mirar “los Traidores” y sentir el gusto amargo de las actuales burócratas sindicales como Pedraza y Moyano que asesinan y persiguen a los trabajadores siempre bajo la complicidad de las patronales.
Un 27 de mayo de 1976 fue secuestrado por la última dictadura argentina pero sus ideas quedaron vivas y florecen en nuestras experiencias como la de muchos otros compañeros que lo reivindican, ideas de construcción de otro tipo de sociedad que rompa con las opresiones que hoy en día vivimos; ideas de una sociedad donde los hombres y mujeres se relacionen de manera humana.

Lo que nos deja...
Sus aportes exceden el universo cinematográfico, y acá no solo cabe hablar por Raymundo, la dignidad humana con la que todas las expresiones organizativas se dieron, nos dan ejemplo de que el egoísmo y las mezquindades que vivimos en esta sociedad son producto histórico, parten de un sistema que nos condiciona, un sistema podrido y no están en esencia en el pueblo. Para terminar con estas opresiones es preciso organizarnos en todos los ámbitos, nosotros desde la cultura remarcamos la importancia de trabajar en proyectos independientes que rompan con el sentido común, así como Raymundo sumaba desde sus películas esclarecedoras, pretendemos impulsar espacios de debate y creación como obras de teatro; revistas culturales; actividades en centros culturales; intervenciones artísticas; talleres barriales; radios abiertas; actividades conmemorativas; jornadas de salud, educación, comunicación y muchas cosas más que nos permitan autoorganizarnos desde la cultura critica por la construcción de poder popular.

* Redactora de Mamushcka

[1] "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles."
[2] En un diálogo que tuvo Raymundo Gleyzer con el director de cine cubano Tomas Gutierrez Alea. Cuba 1970.
[3] Discurso del Che Guevara en el segundo aniversario de la integración de las organizaciones juveniles revolucionarias, 20 de octubre de 1962.





viernes, 2 de diciembre de 2011